3. Ortografía maliciosa de la lengua colonial de la península
Por esas soledades del recuerdo, en esas fantasías del destino,
fueron magmas y abismos, utopías programáticas frente a los ejes del vacío,
alrededor de las rondas materiales y contornos íntimos, 
o a través de atisbos primordiales que dejara brotar la infinidad 
durante sus primorosos soliloquios del principio,
de cuando todo era en lo infinito y lo perpetuo de los abisales
precipicios.
Fueron atavismos sin preámbulos, dije lentamente a mi vecina,
fueron ascendientes definidos por una curva del albur encima de los sinos suprafísicos,
sobre las fuerzas espaciales de lo indiviso, entre las trochas
infranqueables del abismo,
mediante la indeterminación póstuma de una estirpe pedagógica con la farsa aristotélica
y un medioevo atormentado por diablos y arrogancias del Santo Espíritu. 
Acudieron teoremas sin axiomáticas ideas, dijo la vecina en mi conciencia,
asistieron sin planes o ponencias a la espiral dudosa, a la elipse del
fonema, 
a esta ortografía maliciosa de la lengua colonial de la península, 
a estos decires cotidianos cuando en la plaza o en las aceras 
se toma un verbo y se le inmola, se declina con un habla sospechosa, 
con un temor nostálgico dirigido al centro del olvido,
cerca del giro sustantivo de un aforismo peregrino, 
de una escuela con bombas explosivas, con cuadrículas temerosas,
con tanto hospital arrasado por guerras genocidas y delirios,
por las encrucijadas del existir frente a los vacíos de sangre ardiente,
de penas secas.
Solo son fonéticas tesituras de un resplandor anónimo, de un innombrable
dilema,
expresó segura la conciencia a mi vecina, comentó su curva, 
detalló las nervaduras sobre la hoja triste de un tórrido verano,
reveló los ecos condensados de luz y de materia, nombró palmo a palmo
el espacio intemporal donde el espíritu se mueve, 
donde las ideas fluyen como ríos de inmensos rumbos, de colosales vertientes
o senderos venturosos de una perpetua experiencia creadora
en medio de cúmulos neuronales adonde la inteligencia cosmológica reverbera.
Antes de que todo fuese sucesión en las incógnitas, por la quimera mía,
frente al alba de los caminos, finas pistas, luminiscencias geográficas,
antes del antes si la palabra se enamora en la dialéctica como elegantes alcurnias,
si urde sus finas telas de luz polícroma, de potencias y actualidades
próximas,
si su conciencia es matriz deletreada entre seres que brotan
de la perpetuidad pretérita, de la actualidad futura,
entonces, fértiles serán las fuerzas sistemáticas cuando engendran
los avatares de los mundos por donde la energía se modela,
donde el destino se encarna con atmósferas, suelos y montañas, astros si
erran,
tal los difuntos soles que ya no coquetean con insondables y pretéritas
huellas
al interior del fondo oscuro de la materia, en su precipitación interna y secreta,
o por las insondables miradas introspectivas y perplejas de un albur en la
mañana.
Murmullos eran en la lejanía de la historia oculta, delicias sonoras del estar
meditativo, 
artificios del intelecto cuando adiciones de palabras se amontonan
y son torbellinos de letras intercaladas entre el pentagrama numeroso de la
vida, 
o son cromáticas estancias disueltas con el rumor de las ideas
y con las lejanas consonancias por donde centellean otras naturalezas,
otras creaciones de la luz-materia con la clarividencia diáfana de mi
vecina conciencia,
con heraldos milenarios y colosos del espacio gravitacional entre los
átomos, 
o al interior de torrenciales y misteriosas nebulosas y criaderos de
estrellas, 
tal las cunas del mañana en el mediodía de este planeta, 
y si acaso mi vecina me cuenta y delimita tanto sopor espiritual difuso en
la gramática 
al prosear de consuno con la estética y los valles de la certeza de allende
la infinidad.
Son otros rumbos, comenté a mi colindante amiga con el frenesí de su absoluto
oído, 
a su meritoria paciencia y a su apoteosis simultánea al ritmo de mi
prosodia,  
de mi decagrama multiplicativo con tan numerosas melodías a dobles líneas,
cuadridimensional sobre el papel de la música, con la armonía de cantatas y
tesituras.
De donde lo súbito e impreciso maniobra, expuse como una tesis académica
a esta vecindad encumbrada con su silencio metafísico
donde nadie sueña ni respira con una queja en mil ronqueras, 
mientras lo material empuja sus intrínsecas partículas hacia una eternidad
interna, 
a grumos adivinos que no juguetean al azar con las penumbras 
ni con las puntuales masas nigérrimas ni sus vecindades próximas,
pues solo son vértigos de espuma cuántica, rumores y bisbiseos,
vértices focales de cada nueva dicción caída al interior de la materia plúmbea
y dura.
 
