vendredi 6 septembre 2019

de POEMAS IMPOSIBLES: El blanco terror de la inexistencia

22. El blanco terror de la inexistencia

Atrapé un libro, lo abrí, no había nada escrito,
eran blancas hojas, letras que se fueron y se desvanecieron
con el silencio profundo de la abnegación.

Alguien hurtó los caracteres, lo vi, se los llevó, se los robaron,
los disolvieron entre la nada y ahora son el eco de la negación.

Pasé las páginas y eran blancas todas, níveas eran, nieves solas,
albas como la indiferencia propia y ajena, vacías como la esperanza.
Y de esa caja de Pandora entonces recordé
que solo había amenazas, rojas marcas neurasténicas, vana ilusión.

En aquel momento cerré el libro, miré la pasta y ella también era blanca,
indagué en mis manos, pero ya no existían como antes, eran fantasmales y rucias.

Inquieto contemplé mi rostro en el espejo, no tenía ya reflejos,
mi rostro había atravesado el umbral de la inexistencia,
y ella también era alba, negación continua y cromática.

Abrí la ventana, divisé el horizonte y cuanto vi era un río espeso y lácteo,
torrentes blancos, inexistencias, negaciones decoloradas.

Todo era vacío y sin color, quizás angustia quejumbrosa
porque mundo no quedaba, y la tierra, lo que contenía,  
era monocroma, mera negación cromática.

Tampoco había seres y cuantas pieles eran
terminaron por desteñirse en una sola tonalidad,
la sola posible del poder y de las armas, aquella, la blanca.

Cerré la ventana, busqué mi lecho y solo vi un níveo espacio,
caliginoso como conciencias contemporáneas,
como noticias aciagas y cotidianas,
como las de antaño o las de ayer al mediodía,
aquellas hundidas en el opaco residuo de la desesperanza.

Blancas eran las ilusiones todas, ya no había sangre roja ni etnias,
ni poblaciones dispersas ni selvas,
únicamente el blanco de una estirpe que destruyó el planeta.

Nunca desperté porque no quedaba ni un solo libro,
porque no había hombres ni mujeres, nada había,

solamente el blanco terror de tanta inexistencia.

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